Emiliano Pinsón, el Periodista que Enfrenta el Parkinson con Corazón y Legado
Por Bien de Abajo | 28 de febrero de 2025
En esta edición especial de Bien de Abajo, nos sentamos con Emiliano Pinsón, una voz icónica del periodismo deportivo argentino que hoy enfrenta un desafío mayor: el Parkinson. Con una carrera de 25 años marcada por la pasión y el respeto, Emiliano nos abre su vida para hablar del diagnóstico que lo cambió todo, el apoyo de sus colegas y el Martín Fierro que coronó su trayectoria. Una historia de lucha, emociones y un legado que trasciende la enfermedad. ¡Acompáñennos en este relato íntimo y poderoso!

El Día que Todo Cambió
Bien de Abajo: Emiliano, gracias por estar acá. ¿Cómo fue el momento en que te enteraste de tu enfermedad?
Emiliano Pinsón: Un placer, chicos. Fue raro. Cuando me dijeron que tenía Parkinson, no me asusté ni lo creí al principio. No sabía qué era, pensé que era eso de los temblores a los 80 años. Era febrero, hacía calor, volví caminando 20 cuadras a casa con bermudas. Llamé a mi vieja, que sabía que me iba a hacer un estudio, y le dije: “Mamá, tengo Parkinson”. Se escuchó un “pará” y le repetí: “No es tan grave”. Estaba inconsciente, no lo procesé. La segunda vez que vi a la neuróloga, me dijo: “El Emiliano de antes no está más, ese Emiliano se murió”. Ahí me cayó la ficha y fue duro.
BdA: ¿Cómo se lo comunicaste a tu familia?
EP: Mis hijos lo tomaron con dolor al principio, hicieron el duelo. Ahora saben de qué se trata, me ayudan cuando no puedo bajar del auto o ponerme la campera: “Valentín, ayudame”, “Vicky, dale”. No es un tema constante, lo hablo en los medios y sigo adelante. Al principio me dio vergüenza, estuve meses sin decirlo, pero después lo asumí: “Tengo Parkinson, sigamos la vida”.
Pánico, Despido y Resiliencia
BdA: Contaste que tuviste ataques de pánico. ¿Cómo fue eso?
EP: Sí, livianos pero reales. Estaba con Fantino en radio, a la noche, y me notaba mal. Un día, en vivo, me preguntó cómo formaba River. La tenía clara, pero salí como hermano: “No puedo hablar, boludo”. Al aire, no dije nada, me sentí pésimo. Al otro día me llamó Recursos Humanos y me echaron. Fue una enseñanza: la madre, me despidieron por la enfermedad. Llamé a un abogado, hice números de 25 años laburando y fui con la liquidación en el bolso. Pero en la reunión me dijeron: “No queremos despedirte, es el Parkinson, seguí hasta que puedas”. Me habían hecho la cabeza por suponer lo peor.

BdA: ¿Cómo seguiste después de eso?
EP: A los dos meses me llaman para otro programa en radio, de 6 a 9, y uno propio los domingos con música y fútbol que conduzco yo. Me ofrecen buena guita, me bancan cuando no estoy bien. Hay días que hablo re mal, como ahora, capaz se nota, capaz no. Pero me dicen: “Tranquilo, te apoyamos”. Me siento querido, eso te salva.

El Martín Fierro: Un Reconocimiento Emotivo
BdA: Ganaste el Martín Fierro como mejor comentarista deportivo. ¿Qué significó para vos?
EP: Es el mejor momento de mi vida, lejos. No fui el mejor estos últimos años, tuve épocas brillantes como 2008, 2010, 2012, cuando la rompí, pero no me premiaron. Creo que este lo gané por trayectoria. En la fiesta, que no suelo ir a ninguna, un 99% de los periodistas deportivos me felicitaron, me dieron apoyo. Colleagues prestigiosos me dijeron: “Te escuché siempre”, “Te lo merecés”. Es impresionante, me emocioné mucho.
BdA: ¿Fue el pico emocional de tu carrera?
EP: Sí, estoy pleno. Como padre, marido —estoy en pareja ahora, estuve solo hasta hace poco—, profesional, me reconocen, me respetan. Jóvenes como ustedes que laburan conmigo me dicen: “Es un placer trabajar con vos”, “Sos un ejemplo”. Parecen frases hechas, pero las siento sinceras. Mis hijos no me admiran, pero me respetan por mis años y lo que hice. Eso es un logro enorme.
Vivir con Parkinson: Una Nueva Realidad
BdA: ¿Cómo es tu día a día con el Parkinson?
EP: No está presente todo el tiempo, aunque lo tenga. Hay momentos: “Valentín, ayudame con el auto”, “Vicky, la campera”. El tratamiento es medicina convencional, medicamentos que retrasan el avance, no lo curan. Es incurable, te va comiendo. Mi primer diagnóstico era rígido, pero un estudio nuevo mostró un Parkinson atípico con atrofia sistémica. El 70-80% termina casi sin moverse físicamente, aunque la cabeza sigue intacta. Quiero estar en el 20% que no, voy a intentarlo, retrasarlo todo lo que pueda.
BdA: ¿Qué extrañás de antes?
EP: Jugar al fútbol. En los últimos 20 años, todos los sábados iba a un picado con veteranos en el INTA, un bosque grande, casi 50 tipos. Falté poco, por viajes o laburo, pero era mi ritual. Ahora no puedo, y lo extraño mal. Ya tendré mi partido despedida.

Un Legado Más Allá de la Enfermedad
BdA: Si pudieras volver en el tiempo y hablarle al Emiliano adolescente, ¿qué le dirías?
EP: “Estudiá inglés”. Mi vieja me rompió las pelotas 20 años con eso y no le hice caso. No imaginé la carrera que iba a tener. A mis hijos los obligué, pero no terminaron. Joaquín, el menor, me dijo: “Ahora tengo que estudiar”. Es mi único arrepentimiento. Pude llegar a más lugares, pero por no saber inglés, no lo hice. Fuera de eso, mi vida es hermosa, Parkinson incluido. Creo que vino a enseñarme a ser más valioso de lo que era. Sin él, habría sido un periodista conocido, pero no habría dejado este legado.
BdA: ¿Qué le dejás a tus hijos y a los que te siguen?
EP: Respeto y un apellido bien puesto. Cuando entré al canal le dije a Joaquín: “Lo que te puedo dejar es respeto y el apellido”. No me gusta cómo laburo a veces, pero soy honesto. La gente puede pensar que opino boludeces, no me calienta, pero saben que soy un tipo derecho. Eso queda.
Nos despedimos de Emiliano con un nudo en la garganta y un aplauso en el alma. Desde Bien de Abajo, celebramos su fuerza y su legado. “Hasta donde puedas”, dice él, y nosotros le creemos. ¿Qué te inspiró de su historia? ¡Contanos!
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